jueves, 2 de abril de 2009

A Margarita Dabayle, de Rubén Darío


Hay palabras en la vida que nunca se olvidan. De pequeña soñaba "subirme en una escalera y alcanzar una estrella", y gracias al cielo, ese sueño no se ha modificado mucho que digamos. Simplemente que ahora la escalera tienes más escalones y la estrella brilla más.

Desde niños sentimos la inclinación hacia algo en particular y los que están a nuestro alrededor lo notan también. Aprendí el abecedario con un par de añitos a mi favor y ya a los seis las letras me deleitaban. Fue en segundo grado,cuando la maestra pidió que aprendiéramos unos cuantos versos de un poema cualquiera para el día siguiente...y yo me aprendí uno completo, el primero que navegó por mi corazón y pintó ese mar de mil colores; aquél que sacó las vendas de mis ojos y me hizo encontrarme con mis ancestros universales, esos locos de los cuales todo el mundo habla.

Por ello he decidido compartir hoy con ustedes, el primer poema que leí en mi vida y al cual recuerdo con nostalgia y con un amor indescriptible...



A MARGARITA DEBAYLE


Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar;

yo siento

en el alma una alondra cantar:

tu acento.

Margarita, te voy a contar

un cuento.


Éste era un rey que tenía

un palacio de diamantes,

una tienda hecha del día

y un rebaño de elefantes,


un kiosko de malaquita,

un gran manto de tisú,

y una gentil princesita,

tan bonita,

Margarita,

bonita como tú.


Una tarde la princesa

vió una estrella aparecer;

la princesa era traviesa

y la quiso ir a coger.


La quería para hacerla

decorar un prendedor,

con un verso y una perla,

y una pluma y una flor.


Las princesas primorosas

se parecen mucho a ti:

cortan lirios, cortan rosas,

cortan astros. Son así.


Pues se fué la niña bella,

bajo el cielo y sobre el mar,

a cortar la blanca estrella

que la hacía suspirar.


Y siguió camino arriba,

por la luna y más allá;

mas lo malo es que ella iba

sin permiso del papá.


Cuando estuvo ya de vuelta

de los parques del Señor,

se miraba toda envuelta

en un dulce resplandor.


Y el rey dijo:

"¿Qué te has hecho?

Te he buscado y no te hallé;

y ¿qué tienes en el pecho,

que encendido se te ve?"


La princesa no mentía.

Y así, dijo la verdad:

"Fuí a cortar la estrella mía

a la azul inmensidad.


"Y el rey clama: "¿No te he dicho

que el azul no hay que tocar?

¡Qué locura! ¡Qué capricho!

El Señor se va a enojar.


"Y dice ella: "No hubo intento;

yo me fuí no sé por qué;

por las olas y en el viento

fuí a la estrella y la corté.


"Y el papá dice enojado:

"Un castigo has de tener:

vuelve al cielo, y lo robado

vas ahora a devolver.


"La princesa se entristece

por su dulce flor de luz,

cuando entonces aparece

sonriendo el Buen Jesús.


Y así dice: "En mis campiñas

esa rosa le ofrecí:

son mis flores de las niñas

que al soñar piensan en mí.


"Viste el rey ropas brillantes,

y luego hace desfilar

cuatrocientos elefantes

a la orilla de la mar.


La princesita está bella,

pues ya tiene el prendedor

en que lucen, con la estrella,

verso, perla, pluma y flor.


Margarita, está linda la mar,

y el viento

lleva esencia sutil de azahar:

tu aliento.


Ya que lejos de mí vas a estar,

guarda, niña, un gentil pensamiento

al que un día te quiso contar

un cuento.


RUBÉN DARÍO
(nicaragüense)